jueves, 6 de abril de 2017

Nueva exposición en la vermutería Dux, del 5 al 30 de abril





Del 5 al 30 de abril, en la vermutería Dux, c/ Angustias 13, exposición de textos y fotografías del Grupo Literario Parquesol, de los autores Mar Hernandez, Armando Manrique, Diego Irimia, Carmen MinSabYolanda Cantalapiedra AlonsoSamuel RegueiraJosé Luis García y Rocío De Juan Romero. Estáis invitados a compartir nuestras letras. :D

viernes, 1 de abril de 2016

Inauguramos «Retralatos», la nueva exposición del Grupo Literario Parquesol

Hoy viernes 1 de abril inauguramos mes con nuestra cuarta exposición como Grupo Literario Parquesol, y la tercera que expondremos en el centro cívico Parquesol. Estará disponible toda la quincena (del 1 al 15) en el horario de este centro.

El viernes 8 a las 19,30 le explicaremos a familia, amigos y conocidos lo que deseen de nuestros textos, y luego brindaremos con unas cañas por la literatura. O por la amistad. O por el Grupo. O por todas esas razones juntas.

Los menciono por orden alfabético para que no se os despiste ninguno: Armando, Diego, Gloria, José Luis, Mar, Menchu, Rocío, Samuel y Yolanda. Qué suerte estar con vosotros, artistas. 






viernes, 16 de octubre de 2015

Aperitivos literarios (y alguno gastronómico) de cara al nuevo curso

Aunque publique esta entrada en octubre, quiero dejar constancia de que septiembre no mantuvo ocioso a este Grupo nuestro, al menos en lo que a letras respecta. Como muestra, dos botones :)

La primera es una foto que pertenece a uno de los dos recitales que dio Armando ese mes, en concreto, el viernes 25, en el Salón de Actos del centro cívico Jose María Luelmo, donde pudieron acompañarle en presencia Gloria y Pepe, Diego, José Luis y Rocío (los primeros se escaparon de la foto).

La segunda corresponde a nuestro estupendo reencuentro del Grupo, el domingo 27, con celebración gastronómica (tarta de cumpleaños incluida) y una buena excusa. Nos habíamos retado a escribir un relato con estas cinco palabras: tos, astracán, luquete, velón y antiguo. El resultado fue tan dispar como divertido, y ya hay quien pide un bis.



Que siga ese ánimo y comenzamos Taller este viernes 23 con otra onomástica.

sábado, 25 de julio de 2015

Despieza-relatos 3: Una rosa para Emily, de William Faulkner

El jueves 23 de julio, además de homenajear a Diego por su cumpleaños y recibir su amable invitación, abordamos el tercer y último despieza-relatos de este verano, que tuvo por objeto una de las narraciones cortas más afamadas de Faulkner: Una rosa para Emily. Con ella concluimos esta serie dedicada a los autores de la "Generación Perdida".
 

A Rose for Emily —escrita por Faulkner en 1930 y publicada por primera vez en 1931 como parte del libro de relatos Estos Trece— tiene bastante más “chicha” de lo que en principio se diría, deparando su lectura profunda no pocas sorpresas. Las diecisiete páginas con las que contaba en su inicial versión las condensó Faulkner en seis, eliminando casi dos tercios del material original en busca de concisión pero también de acentuar determinados rasgos enigmáticos. La narración está dividida en cinco capítulos, utilizando –dicen- técnicas del folletín. El relato puede ser leído aquí.

El autor

William Faulkner (New Albany, Misisipi, 1897, Byhalia, 1962) fue un excelente narrador y poeta norteamericano. Su obra, integrada por un buen número de novelas y relatos, además de poemas y piezas de otra índole, se hizo acreedora del Nobel de Literatura en 1949.

Su estilo narrativo se sitúa en las antípodas del de Ernest Hemingway, que analizamos la anterior semana. Si el de este se basaba en frases cortas y simples, con muy escasa subordinación y una pronunciada economía de tropos, la marca de la casa de Faulkner son las frases largas, serpenteantes, en las que juega de manera innovadora, como enseguida veremos, tanto con el tiempo del relato como con las perspectivas de la narración. Se le atribuye una influencia decisiva en la literatura sudamericana del siglo XX.

Tras dejar los estudios, Faulkner entró en el banco de su abuelo. Participó como piloto en la primera Guerra Mundial. Trabajó como pintor, cartero y luego como periodista hasta que, con la ayuda de Sherwood Anderson, encontró editor para su primera novela (La paga de los soldados, 1926). Algunas de sus principales obras son El ruido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930), Santuario (1931), Luz de agosto (1932), ¡Absalón, Absalón! (1936) y Las palmeras salvajes (1939). Entre sus relatos más destacados se encuentra El oso y también el que hoy nos ocupa.

Una rosa para Emily

Estamos ante una pirueta literaria que enlaza el relato gótico (gótica es la anécdota central, pero también otros aspectos, desde la obsesión por la casa hasta la siguiente descripción: “parecía abotagada, como un cuerpo que hubiera estado sumergido largo tiempo en agua estancada”), una pirueta, decía, que enlaza lo gótico con las texturas del realismo mágico (hay una vinculación muy particular de este relato con Crónica de una muerte anunciada: inicio in extrema res, voz colectiva…). Se utiliza en él también la técnica del dato oculto que vimos en Hemingway: la escena crucial entre Emily y Homer Barron no aparece en el texto, somos nosotros los que debemos reconstruirla con los indicios que nos brinda el autor y nuestras propias intuiciones.

Espacio: la ciudad de Jefferson, en el condado imaginario de Yoknapatawpha (de cuya difícil y pintoresca pronunciación nos informó sabiamente Rocío), un territorio en el que Faulkner condensa las esencias del viejo Sur de los Estados Unidos y a partir del cual logra una mágica combinación de universalidad y localismo. En el relato tiene una importancia crucial la casa de los Grierson: se parte de la curiosidad por descubrir qué alberga en su interior, lo cual no se muestra al lector hasta los últimos párrafos.

Tiempo: en general, posterior a la derrota del Sur por los yanquis en la Guerra de Secesión. A partir de ahí, Faulkner construye un auténtico laberinto de tiempos, con constantes saltos atrás y adelante, en que la precisión se pierde a cambio de un efecto de gran movilidad y, por supuesto, consiguiendo “colocar” en las condiciones que él quiere los elementos esenciales de la trama que el autor va sembrando.

Protagonista: Emily Grierson, última representante de una tradición y un mundo extinguidos. Desbaratadas sus posibilidades de contraer matrimonio por las exigencias de su padre, poco después de la muerte de este inicia una relación con la persona menos indicada, un capataz yanqui de vida alegre llamado Homer Barron. El personaje de Emily es pintado por Faulkner con tintes enigmáticos (recordemos que redujo folios sobre todo para ello) e incluso contradictorios: una veces se nos presenta como baja y gruesa, y otras esbelta y delgada; unas veces es tildada de ángel y otras de “perversa”; la vemos dominando a las autoridades de la ciudad y sometida a la autoridad paterna… Por no hablar de otros misterios como sus clases de pintura china, hum...).

Narrador: sin duda, uno de los puntos fuertes del relato. Se trata de la voz de la colectividad, que, muchas veces en primera persona del plural, nos traslada las distintas impresiones, sentimientos y reacciones de Jefferson frente a las andanzas de la señorita Emily. Es un narrador “infrasciente” y también múltiple, portavoz de distintas opiniones y posturas –de unas generaciones y de otras, de los hombres y de las mujeres…-.

Ritmo: podríamos denominarlo “de vaivén”. Esa voz de la colectividad tan variable (¡en un mismo párrafo puede hablar desde la compasión y desde la sed de venganza!), junto al constante ir y venir de los tiempos y la propia elaboración de las frases, contribuye a configurar el ritmo peculiar de la historia, que no avanza hacia su culminación de manera directa sino zigzagueando, escatimando informaciones esenciales y distrayéndonos con otras que no lo son tanto.

Conflicto: la contraposición de tradiciones y clases sociales es el caldo de cultivo ideal para la intervención castrante del padre de la señorita Emily, que está en el origen del conflicto central de Una rosa…: la soledad amorosa de Emily y el fracaso (no sabemos el exacto motivo) de su relación con Homer Barron, que concluye con la muerte de este y el prolongado episodio de locura necrofílica que descubrimos al final.

Tema: para muchos analistas, el tema es el tiempo: Emily es una mujer de otro tiempo y a quien, además, se le ha pasado su tiempo. En su locura, por otro lado, lo que acaba negando es el transcurrir del tiempo: por eso se remite al coronel Sartoris, muerto hacía años. Por eso niega la realidad de la muerte de su padre. Por eso “petrifica” a su amante en el lecho nupcial, convertido en un lecho de muerte pero, sobre todo, en un escenario de negación del tiempo (“...un cuello y una corbata como si se hubieran acabado de quitar…”, "al pie de la silla, los calcetines y los zapatos").


Indicios a analizar: El intento, desde el primer párrafo, de despertar la curiosidad por lo que pudiera haber en el interior de la casa. La ambigüedad en la caracterización de Homer Barron (“frecuentaba el trato de los hombres”). La compra del arsénico, con su rasgo genial de humor (“Quiero arsénico. ¿Es bueno? -¿Que si es bueno el arsénico? Sí, señora”). El caso del olor que salía de la casa. La compra del juego de tocador para hombre con las iniciales H. B. El propio título, del que a mi juicio cabe hacer una doble interpretación, fúnebre y erótica: una rosa lanzada por el narrador en el entierro de Emily (“la ciudad entera fue a contemplar a la señorita Emily yaciendo bajo montones de flores”), pero también, puesto que la rosa simboliza la pasión, referencia a aquella noche pasional de Emily y Homer Barron, que la muerte, “el largo sueño que dura más que el amor”, convirtió en eterna.

Con lo cual, salvo error u omisión, y con los comentarios que queráis aportar, damos por concluidos los despieza-relatos de este caluroso 2015.

¡Feliz verano a todos!

jueves, 16 de julio de 2015

Despieza-relatos 2: Los asesinos, de Ernest Hemingway

Este miércoles 15 de julio procedimos a despiezar el segundo relato de este verano, el muy estudiado Los asesinos, de Hemingway. Otro grande de la "Generación Perdida", a la que estamos dedicando nuestros últimos desvelos.

The Killers —que Hemingway pretendió titular, prístinamente, The Matadors— suele plantearse como ejemplo extraordinario de economía narrativa, con un diálogo muy vivo como sostén de la acción e intervenciones escuetas de un narrador que no se mete en dibujos. Se dice que Hemingway lo escribió de un tirón en la mañana del 16 de mayo de 1926. Fue publicado en 1927 como parte del libro Hombres sin mujeres. Se puede leer el relato aquí.


El autor y su tiempo

Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899, Ketchum, Idaho, 1961) es uno de los autores norteamericanos más influyentes. Su obra, compuesta sobre todo por relatos y novelas, fue reconocida con el premio Nobel en 1954.
En ella influyó su actividad como periodista y su experiencia personal en diversos conflictos armados, primero como conductor de ambulancias voluntario durante la Primera Guerra Mundial y más tarde como corresponsal en la Guerra Civil Española y en la Segunda Guerra Mundial.
En el París de los años 20, Hemingway alternó con las vanguardias y con otros miembros de la “Generación Perdida”, ambiente que retrata magistralmente Woody Allen en su película Medianoche en París. A lo largo de su vida se casó (de forma sucesiva) con cuatro mujeres. Tanto matrimonio, quizás, formaba parte de su propensión a sufrir accidentes, desde una explosión entre las piernas (con lo que eso debe de doler) en el frente italiano, hasta dos accidentes de avión en África, pasando por una auto-apertura craneal al confundir la cadena del váter con el tirador de un tragaluz. Los peor pensados vinculan episodios como este a la ingesta de alcohol.
Las obras de Hemingway están ambientadas en el mundo de la guerra, el boxeo, los toros, la caza o la pesca, actividades todas ellas “de vida y muerte”. Las más conocidas y aclamadas son (sobre gustos hay muchísimo escrito) Fiesta (The Sun Also Rises), Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar. El más paradigmático de sus relatos breves es, probablemente, el que hoy comentamos.

Los asesinos

Protagonista: no fácil de determinar. Para algunos lo es el joven Nick Adams, pero más bien por tratarse de un personaje que aparece en otras narraciones de Hemingway. Para otros lo sería Ole Andreson, el boxeador recluido en su pensión y no dispuesto a hacer nada para evitar su propio asesinato, cuyo error (“dato escondido” que nunca llegamos a conocer) desencadena la acción. Por cierto, sobre el procedimiento del dato escondido es muy recomendable leer a Vargas Llosa, cabe hacerlo aquíUna tercera postura atribuye el papel protagonista al bueno de George, responsable del restaurante, quien nunca es descrito físicamente por Hemingway pero sí caracterizado por su aplomo y pragmatismo (e incluso piropeado por uno de los asesinos).
Narrador: externo, que responde casi perfectamente a la definición de “narrador-cámara”. Jamás nos traslada lo que piensan los personajes (con la posible excepción de un “sonó tonto decirlo”, llegando al final) y casi nunca sabe más de lo que objetivamente se ve (salvo que el restaurante fue antes taberna y que Ole Andreson es boxeador, aunque ambas cosas no son precisamente secretos de estado, dada la pinta de ambos).
Ritmo: muy vivo, impulsado por el predominio del diálogo sobre la descripción y de las frases simples —muchas veces repetidas a modo de ecos— sobre las oraciones con subordinadas. Un elemento de desasosiego que utiliza Hemingway es el desajuste en la hora en el reloj y la distorsión del tiempo, que no transcurre de manera homogénea a lo largo del relato.
Conflicto: la irrupción del caos en el mundo ordenado de un restaurante de comida rápida pone en pie un conflicto en forma de dilema moral: ¿qué actitud adoptar ante el conocimiento de la muerte inminente de otro ser humano? ¿Hasta qué punto debe uno implicarse, o no, para tratar de evitarla? El cocinero negro, Sam, lo tiene claro: hasta ningún punto. George y Nick Adams, en cambio, se inclinan por tratar de ayudar. Se trata, en el fondo, de la idea de John Donne de la que surgió el título de Por quién doblan las campanas: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
Tema:
 dado el “principio del iceberg” que aplicaba Hemingway en su teoría literaria (“No debe verse nunca más que un séptimo de lo que está bajo el agua”), a mí no me extrañaría que el tema de Los asesinos fuera absolutamente ajeno al discurrir aparente del relato. Quizá, el carácter repetitivo y absurdo de los actos más básicos de la vida (y la muerte).
Indicios a analizar: El aspecto estrafalario e inapropiado de los asesinos (“hombrecitos” con abrigos estrechos, caracterizados como personajes de vodevil y aludidos como “toreros” en el título que no llegó a ser). Desplazamientos semánticos en ciertas expresiones (Ole, nombre sueco y expresión taurina; Summit –cumbre- versus Fall –otoño y caída-; derby hat –sombrero hongo-, siendo derby = carrera de caballos, que también se citan en otra ocasión; ham and eggs fighters –boxeadores “de poca monta”, “de tercera fila”-, en relación con la reiterada expresión ham and eggs -jamón y huevos-…).

La próxima cita será con William Faulkner y Una rosa para Emily.
Podéis encontrar el relato aquí.
Nos vemos el jueves (¡atención!: el jueves) 23, a las 19,30 horas, en el Tejavana.

Feliz semana.


sábado, 11 de julio de 2015

Despieza-relatos 1: "Regreso a Babilonia", de F. Scott Fitzgerald

Este miércoles 8 hemos retomado la sana actividad que iniciamos el verano pasado de despiezar relatos y el elegido ha sido Scott Fitgerald, el favorito de Gertrude Stein entre los escritores que ella misma bautizó como la "Generación Perdida". Como nos ha gustado mucho, hemos decidido completar el terceto de despiezarrelatos con Hemingway y la propia Stein para las próximas dos sesiones.

El relato es "Regreso a Babilonia" (Babilonia revisited, en el original). De los 164 relatos que escribió se considera el mejor de ellos y, además, es un ejemplo de final que nos sorprende, aunque no podemos acusar al autor de no haber sembrado bien sus pistas. El relato se puede leer aquí.

Una breve introducción al autor y a su tiempo.
Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) escribió cuentos, novelas, y al final también trabajó en Hollywood escribiendo guiones cinematográficos. Sus novelas no fueron bien apreciadas al comienzo y no le produjeron grandes ingresos como pretendía, fueron sus cuentos los que le aportaron buenas sumas de dinero para darse la gran vida. A partir de la mitad del decenio de los 40, ya fallecido el autor, se comenzó a valorar sus novelas, especialmente "El Gran Gatsby". Y a fines de la década de los sesenta se le consideraba ya al mismo nivel de los grandes escritores norteamericanos como Hemingway, Faulkner y Steinbeck. Casado con Zelda, una rica sureña, y padres de una niña, "Scottie", el matrimonio Fitzgerald vive primero en Nueva York y luego en el París de entreguerras, donde disfrutan de los locos años veinte, la era del jazz, el charleston, viviendo y bebiendo (sobre todo él) sin control. Tras el crack del 29 Scott Fitzgerald se refugia definitivamente en el alcohol y su mujer intenta suicidarse varias veces, por lo que ingresa en un psiquiátrico diagnosticada de esquizofrenia. Él fallece a los 44 años tras un doble infarto de miocardio y, ella, a los 48, al incendiarse el hospital donde estaba ingresada.

Protagonista: Charlie Wales. Tiene 35 años, no se detalla su aspecto físico. Sabemos que es americano, que malgastó el dinero en juergas pero que lo ha recuperado por un golpe de suerte. Es viudo y tiene una hija que está a cargo de su cuñada porque él ha estado en rehabilitación por alcoholismo.
Narrador: Omnisciente limitado a Charlie.
Ritmo: excelente, el relato avanza con mucha fluidez a lo largo de sus ¿catorce folios? a doble cara. El inicio se hace confuso por la avalancha de nombres.
Conflicto: tenemos cierto desacuerdo en este punto. Podemos hablar de doble conflicto. Hay un conflicto interno: Charlie desea íntimamente regresar a su estado anterior: la juerga, la bebida. Por eso lo primero que hace al llegar a París es preguntar por sus antiguos amigos de correrías. También hay otro otro conflicto externo. Charlie regresa a París porque viene a conseguir la custodia de su hija, a demostrarle a su cuñada (probablemente también a sí mismo) que está rehabilitado y puede hacerse cargo de ella.
Tema:  otro punto que ofrece diversas opiniones: la incapacidad de cambiar (Charlie regresa de nuevo a sus antiguos amigos), o bien un enfoque hacia el afán de superación, ese resurgir de las cenizas, no darse por vencido, pelear la custodia. Al fin y al cabo, no toma la segunda copa.
Indicios a analizar: La aparición de los amigotes de juergas de Charlie sorprende al lector, incluso al propio Charlie, sin embargo en dos ocasiones Fitzgerald nos ha dejado indicios de que ellos sabían su dirección porque él explícitamente se la había dejado. También está toda la doble moral de Charlie intentando ofrecer una imagen de bebedor reformado y, sin embargo, "coqueteando" con el deseo de su vida anterior, lo que mantiene al lector expectante sobre lo que finalmente sucederá con él.

Podéis seguir aportando en los comentarios. Sé que me he dejado mucha información, pero se trataba de resumir brevemente la sesión :)

La próxima cita es con Ernest Hemingway y "Los asesinos".
Podéis encontrar el relato aquí.
Nos vemos el miércoles 15 a las 19,30 horas en el Tejavana.

Feliz semana a todos.

martes, 9 de junio de 2015

Recital Grupo Literario Parquesol 5 junio 2015

Queridos todos:

Solo una entrada para recordar el broche de oro que hemos tenido para despedir el Taller de Creación Literaria este curso. El viernes 5 prometía lluvia por la tarde, casi como el «pronóstico fatal» del relato de Mar. Por fortuna, hubo sol y ni siquiera todo el tiempo. Tras la primera media hora, llegó la nube sin agua y pudimos disfrutar de las lecturas sin temor a un posible chaparrón.

Qué fantástica la forma en que Gloria nos introdujo el acto y nos fue presentando. Tuvimos turnos de máximo diez minutos —cada uno eligió el tiempo que quiso estar—y fuimos levantándonos para leer Rocío, Mar, Gloria, Yolanda y el broche final de Armando. Allí se mostró el estilo de cada uno: lo fantástico, lo realista, el humor absurdo, la sorpresa, (Gloria sorprendió a sus amistades con un relato humorístico porque no le conocían esa vena suya), y la poesía dramatizada a cargo de nuestro juglar, que fue magnífica.

Por supuesto, hubo mención para los ausentes, Menchu y Diego, y la presente, Lara, pero ha sido una experiencia tan grata que estamos decididos a repetirla no una, sino varias veces en el próximo curso, así que no hay lugar para la envidia ;)

Gracias de nuevo y nos vemos el curso que viene.